¿Cómo habitas un cuerpo que odias?
Imagina que naciste en una casa que amabas, que te daba seguridad y que disfrutabas estar ahí porque te brindaba la calidez que solo una casa familiar brinda. Con los años empezaste a notar que había muchos tipos de casas, pero que solo un tipo de casa era «La casa ideal» y comenzaste a soñar con ella; y a la par, te diste cuenta que tu casa, era totalmente diferente a esa «casa ideal», entonces todo lo que te gustaba, te empezó a parecer no tan bonito, ni tan agradable vivir ahí.
Al pasar los años fuiste viendo que muchas casas de tu vecindario comenzaron a verse como «la casa ideal», y la tuya resaltaba entre la otras porque era muy diferente, incluso recibiste algunos comentarios y consejos para hacer que tu casa luciera como las otras.
Al principio fue emocionante remodelar tu casa, parecía que ibas a vivir la vida «perfecta», la pintaste, le compraste muebles nuevos, accesorios, etc., pero te fuiste olvidando de habitar esa casa, trabajabas más, te la pasabas comparando tu casa con las otras, buscando consejos para mejorarla y
hacerla más parecida, en fin estabas tan enfocada en tener «La casa ideal» que ya no había espacio para estar presente y lo más triste y frustrante es que siempre había algo que reparar y en lo que trabajar. Es decir, no había fin, «La casa ideal» nunca llegó a pesar de que te robo tu existencia.
Esto mismo sucede cuando durante años has vivido luchando contra tu cuerpo, «El cuerpo ideal» si lo logras alcanzar cuesta mucho trabajo, lo más lamentable es que para muchas personas como a mí me costó la vida.
Durante años esperaba que los demás vieran en mi la dedicación y el empeño que ponía para mantenerme delgada, me gustaba oír esos halagos hacia mi constancia y disciplina y el cómo lucía mi cuerpo. Algunas veces cuando lograba ganar algo de peso y me encontraba con periodos de bulimia, deseaba que los otros aceptarán en mí, la talla, el peso, las lonjas, celulitis, y demás, pero en realidad lo que hacía era reflejar mis propios pensamientos en los demás; buscaba la aceptación en el exterior y no en mi interior, porque dejar ir la idea del «cuerpo ideal» era aterrador.
Mi cuerpo por años fue el enemigo a vencer, no sabía cómo era estar con él y cuidarlo, no aprendí a respetarlo y mucho menos amarlo. Lo habitaba odiándolo, deseando vivir en otro cuerpo diferente, reclamándole al destino porqué yo no era diferente, porque yo era así; y la voz del TCA usaba esa arma para continuar cavando ese pozo sin salida, creando más repulsión y más evidencia que sostuviera que mi cuerpo era un error y debía cambiarlo.
Hoy recuperada y después de realizar este proceso diario (que continuo haciendo) he DECIDIDO aceptar mi cuerpo, te fijas que digo «decidido», porque escojo conscientemente que no puedo hacer nada para controlar mi cuerpo sin que dañe mi mente y mi alma; por lo tanto el control que la sociedad me presenta como una solución no lo es, porque en realidad me lleva a ser controlada por las expectativas de un mercado que no le importa un carajo Quién soy y mucho menos, respeta mi integridad como mujer y ser humano. Es por eso que escojo creer y rendirme a la sabiduría y el amor de Dios y con base en esa creencia, estoy segura que tengo la capacidad de habitar este cuerpo que hoy se ha convertido en mi hogar.
No amo mi cuerpo, eso sería mentirme, sin embargo, lo acepto, lo respeto y le agradezco que me dé la oportunidad cada día de disfrutar las experiencias de mi vida, que puedo abrazar a mis hijos, que puedo jugar con ellos, que puedo sentarme y disfrutar una película, que puedo ejercitarme, que puedo bailar, que puedo…… y eso para mí es un cambio radical
Por eso te digo que, habitar tu cuerpo no se trata de buscar la perfección, es aceptar que la imagen de tu cuerpo está determinada por muchos factores externos e internos que a veces ni te imaginas. Que un cuerpo bello no tiene nada que ver con el concepto vacío de belleza que nos vende la cultura de la dieta, por el contrario, tiene que ver con lo que puedes hacer a través de él, con lo que puedes sentir y por sobre todo es un regalo divino para alcanzar una vida más plena y más cercana al amor.